La Ambición Femenina
Kalena de Velado, La Prensa Gráfica.
20 de Febrero de 2005.
En un evento sin precedente organizado hace poco por el Comité de Empresarias de LA CAMARA DE COMERCIO E INDUSTRIA DE EL SALVADOR, tanto las expositoras nacionales, entre ellas la ex Canciller María Eugenia de Ávila y la empresaria María Alicia de López Andréu como las 700 empresarias y profesionales participantes se unieron a la auténtica “ambición femenina” propuesta por la Doctora Nuria Chinchilla (en su libro del mismo nombre), y a la tesis sobre “feminismo de la complementariedad” de su colega Dra. Ángela Aparisi, Jueza española.
Las ideas vertidas en el evento, considerado desde ya como el “ENADE DE LAS MUJERES” por su nivel de calidad y amplia aceptación, se refieren a un feminismo que parte de una antropología realista del ser humano. Es evidente que no somos máquinas sino seres necesitados de cuidados. Es una vuelta a revalorizar la familia como el mejor lugar para nacer, crecer y morir; en donde sus miembros aprenden a servirse unos a otros.
La mujer como custodia de la vida y fuerza moral puede enseñar lo que sabe: “que la maternidad le ha enseñado a no separar el corazón de la razón” (Alessandra Bochetti). Los nuevos movimientos femeninos que datan de los años 70, según Aparisi, defienden la específica identidad y trascendental aportación de la mujer al mundo. Esta, para realizarse personalmente, no debe pretender convertirse en una burda copia del hombre ni antagonizar con el sexo masculino. Somos iguales en dignidad y diferentes al mismo tiempo. Es una invitación a asumir la propia esencia femenina sin imitaciones absurdas. El mundo del trabajo necesita de la presencia de la mujer-madre para que ayude a configurarlo en función de la persona y de la familia y no al revés. Se trata de llevar al trabajo lo mejor de la familia y a ésta los valores de excelencia del ámbito laboral. Ambos lugares se enriquecen con una ecología humana fundamentada en el servicio a los más necesitados; con una nueva cultura de autoridad como una forma de servir. El reto de hombres y mujeres es repensar y “construir una sociedad, una empresa con una madre y una familia con un padre”
La mujer ha de reconocer el honor y dignidad de que fue revestida al ser creada por Dios y ha de sentir legítimo orgullo de esta realidad. Pero al mismo tiempo hay que referir éstos valores al Creador y emplearlos en provecho de los demás. La ambición, (el apetito de honores) se vuelve mala cuando se quiere acrecentar valores y talentos con el exclusivo objetivo de verse grande, buscando una dignidad sin referencia a Dios. Hombres y mujeres deberían ambicionar querer ser apreciados, tener poder o autoridad para contribuir al bien común y para honrar a Dios. “Jesús no rechaza la visibilidad externa como tal ni tampoco la alabanza recibida por las acciones buenas y grandes, sino que únicamente condena los motivos no puros que mueven al ambicioso”, afirma F. Casado Barroso (GER).
Sí la mujer busca participar activamente en la sociedad es porque quiere aportar su ser femenino como un bien para la comunidad, la empresa y la política, al igual que el ser masculino es una riqueza para la familia y debería estar presente en todos los hogares. La participación de la mujer a todo nivel y en todos los campos no debe ser conseguida sobre la base de una forma de “machismo encubierto”, propugnando la exaltación de los valores masculinos y la erradicación de los femeninos porque esa es una tesis del siglo pasado impulsada por el feminismo liberal.