Capital Social, Crecimiento Económico y La Familia
Kalena de Velado, FUSADES
3 de Septiembre de 2006.
Existen luces y sombras en la democracia nacional desde la firma de los Acuerdos de Paz, de acuerdo a los conferencistas en la Quinta Mesa Redonda sobre Institucionalidad organizada por FUSADES. Las sombras se señalan constantemente, las luces, aunque REALES, nos cuesta verlas. En 1992 parecíamos más unidos por la Paz. ¿Y ahora qué nos une? El proceso democrático salvadoreño, con todo y sus bemoles, es un ejemplo estudiado en el mundo entero. Las conclusiones al final de la mañana me parecieron una feliz coincidencia con las ideas que he compartido, ya que se mencionó la importancia de la institución familiar como generador de valores y principios, es decir, de lo que FUSADES alude como ”capital social”, vital para el desarrollo y crecimiento. Fue refrescante escuchar que entre las “medidas para construir capital social y desarrollar una cultura política que promueva la convivencia pacífica y el fortalecimiento de las instituciones en nuestro país, se señala que hay que desarrollar políticas específicas que contribuyan a dotar a la familia de un papel integrador social de primer orden”.
Según FUSADES, el capital social, se refiere a “ciertos rasgos de la organización social, tales como: confianza, normas y redes que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad facilitando acciones coordinadas. El capital social involucra el establecimiento de lazos de confianza interpersonal y creación de mecanismos cooperativos entre individuos mediante la creación y expansión del tejido asociativo”. Economistas prestigiosos establecieron que el crecimiento económico y el desarrollo sostenible no se dan solos sino por medio de un proceso que implica el encuentro entre lo social, lo político y lo económico, componentes que se refuerzan entre sí. Sobre la base de lo anterior y en los trabajos de los economistas Mincer (1962) y Gary Becker (1965), acerca del costo del tiempo y los nuevos modelos económicos inspirados en la economía hogareña vista como una pequeña empresa, la Dra. María Sophia Aguirre, economista de la Universidad de Notre Dame y CUA, Washington, propone una tesis innovadora, sencilla e impactante, al presentar el costo de oportunidad de disponer tiempo en familia y su influencia en la calidad e incremento del capital humano y social. Ella sugiere que el tiempo familiar mejora los resultados educativos de sus miembros; estrecha las relaciones interpersonales de la familia y disminuye el riesgo de actividades negativas que rebajan la producción de capital humano, social y moral de un país. Ya antes compartí lo que el Dr. Patrick F. Fagan, de la Heritage Fundation, señalaba en una investigación que la familia fundamentada en el matrimonio produce 343 veces más crecimiento de riqueza económica que cualquier otra; que al fomentar y proteger la familia basada en el matrimonio se evita la perdida de riqueza en una sociedad porque el divorcio produce una reducción del 42% en el ingreso de las familias separadas, una cifra mayor que el impacto económico en la época de la primera Recesión Económica Americana. Familias rotas generan sentimientos de rechazo y exclusión en los hijos, según datos estadísticos del Dr. Fagan, que luego crean el ciclo de búsqueda de sentido de pertenencia en grupos de riesgo (maras, parranderos alcohólicos, contrabando, drogas y falsificaciones para obtener dinero fácil, etc.) que posteriormente engendran la violencia social.
La cultura de democracia y paz es un camino a recorrer. Sí la familia es clave para lograr el capital social y este es importante para generar crecimiento económico, ¿porque no tomamos a la familia como “aglomerador social”, como “sombrilla” que una el “alma nacional” y nos movilice a trabajar juntos con una visión de nación?